domingo, 10 de junio de 2012

5. La religión egipcia


La religión en el antiguo Egipto resulta difícil de entender tal y como hoy tenemos como término. Sin entrar en planteamientos filosóficos, la religión se basa en creencias conectadas unas con otras y en una concepción fundamental de la divinidad. En el antiguo Egipto no podemos hablar de creencias, sino de cultos, y fundamentalmente cultos locales, rendir culto a un dios proclamado como dios de esa localidad es la base de esta religión. Esencialmente era la adoración de los dioses, dueños y señores de Egipto y todo lo que sucedía en la vida cotidiana, para bien y para mal, era por obra de los dioses. Nunca existió una verdadera religión, como sistema teológico unificado.
                 
La religión debe considerarse en 2 vertientes, por un lado existía la religión oficial, o mejor dicho estatal, la religión de los templos y los santuarios y por otra parte se encontraba la religión del pueblo, bastante más difícil de evaluar, pues no se tienen grandes testimonios como en la estatal.  Posiblemente una y otra estuviesen muy distanciadas. Los grandes dioses que ayudan a los faraones en sus conquistas o que proporcionan crecidas importantes, son lo mismos que traen plagas cuando no están satisfechos con la labor real. Todo en la vida giraba alrededor de los dioses responsables de cuanto sucedía en Egipto, fuese bueno o malo. El faraón es el sucesor de los primeros reyes, los dioses, y es el nexo de unión entre las 2 vertientes de la religión como el instrumento que permite mantener el orden cósmico establecido. Si algo temía el egipcio de hace 4000 años era precisamente la perdida de ese orden cósmico que le llevaría al caos reinante al principio de los tiempos. Este concepto de orden cósmico es extremadamente importante en el estudio del Antiguo Egipto. La mayor preocupación de la clase religiosa no es la creación, sino el cosmos, y su orden. Como puede verse en los artículos sobre el mito de la creación, convivieron perfectamente diferentes teorías que dieron lugar a distintas divinidades, pero todas tenían un nexo común; la estabilidad. No importa quién ni como se crea el mundo sino el mensaje establecido. Sin entrar en discusiones teológicas, y haciendo un paréntesis al mundo egipcio, este es un aspecto común a todas las religiones, pero la realidad no es que no importa como se ha creado el mundo, sino que nos consideramos incapaces de comprender esa Creación. Si actualmente nos resulta imposible hablar de la creación en términos realistas, e imposible hacerlo sin chocar con todos los principios de cualquier religión, es fácil comprender que en la antigüedad no pudiese establecerse una religión basada en mitos de la creación como principio fundamental. Pero esto no quiere decir que el pueblo, los sacerdotes o el mismo faraón no creyesen en ese principio establecido. Es difícil saber que entendían los egipcios por dios. Podemos hablar de dioses humanos, con cuerpo, con Ka y Ba como el ser huano, pero con poderes especiales y con una ampliación de los caracteres espirituales básicos; el dios tiene varios Ba y hasta catorce Ka, como es el caso de Ra.
Es destacable el culto al sol. Egipto es un país de sol y lo era en época faraónica, por lo que no es de extrañar el culto que se le reverenciaba como fuente de vida y de existencia. Ra empezó a tener importancia ya en la II dinastía y en la V ya era dios supremo y el faraón tenía el título de "hijo de Ra".
La historia de la religión egipcia está plagada de cambios en las divinidades. No podemos establecer una clasificación de los dioses como en el panteón griego. Todos los dioses que en algún momento fueron supremos creadores del Universo son dioses locales, elevados al primer puesto del panteón por decisiones propias del faraón o asimilados cuando la capital se trasladaba a alguna localidad en la que eran venerados. La religión egipcia es una historia de dioses locales, muy pocos fueron adorados en todo el territorio, y no se puede hablar de un dios de la guerra, o un dios de la vegetación o de la fertilidad, porque cada localidad tenía su propio dios para cada uno de estos aspectos. En muchas ocasiones se asociaban unos dioses con otros reuniendo, en torno a uno de ellos, características de ambas, proceso que por otra parre resuelve en muchos sentidos los procesos de síntesis religiosa. Ra era el dios del sol, supremo creador, pero Amón, que inicialmente no  fue mas que un dios secundario del viento y el aire se transforma en dios supremo durante la XII dinastía cuando se traslada la capital a Tebas y entonces es venerado como Amon-Ra.

 Es de destacar la revolución que durante el periodo de Akenaton (Amenhotep IV) se produjo en el mundo de la religión. Su importancia reside en que fue la primera religión monoteísta conocida, e influenció posiblemente en las creencias monoteístas de Moisés. Amenhotep IV impuso como único dios el disco dolar Atón. Su padre Amenhotep III había introducido su culto durante su reinado, pero no de forma única. Fué Akenaton quien lo implantó como único y verdadero dios, anulando todos los cultos al resto de dioses que hasta entonces predominaban. Los sacerdotes nunca aceptaron esta imposición y  a la muerte de Ajenaton, Tutanjamon restauró el culto a las antiguas divinidades. Los siguientes faraones  se encargaron de enterrar todo lo que Atón representaba e incluso la ciudad fundada por Ajenaton quedó desierta y enterrada. La tumba del faraón ya fue saqueada poco tiempo después de su muerte posiblemente como venganza a su intento de acabar con el politeísmo reinante hasta entonces.
Además de los dioses locales o estatales existían los pequeños dioses o genios protectores de la familia y el hogar y los amuletos con determinadas propiedades. Estos se representaban en espejos, reposacabezas, o amuletos que llevaba el pueblo para alejar los malos espíritus. Muchos de estos objetos eran enterrados con el difunto para que le protegiesen en el Mas Allá.
No podemos entender el culto en los templos egipcios tal y como lo consideramos hoy en día. El pueblo acataba las deidades impuestas por el estado pero no olvidaba sus dioses locales. Además tenía prohibido el acceso a los templos, que no eran un lugar de culto, sino la casa del dios. Sólo en determinadas festividades el ídolo salía del templo, pero aún entonces el pueblo no podía verlo pues iba encerrado en una urna o bajo un velo que lo alejaba de las miradas del pueblo. Sólo el faraón y los sacerdotes responsables del cuidado del templo podían acceder al santuario, lugar en el que se albergaba la imagen del dios

No hay comentarios:

Publicar un comentario