5. La religión egipcia
La religión en el antiguo Egipto resulta difícil de entender tal
y como hoy tenemos como término. Sin entrar en planteamientos
filosóficos, la religión se basa en creencias conectadas unas con
otras y en una concepción fundamental de la divinidad. En el antiguo
Egipto no podemos hablar de creencias, sino de cultos, y
fundamentalmente cultos locales, rendir culto a un dios proclamado
como dios de esa localidad es la base de esta religión.
Esencialmente era la adoración de los dioses, dueños y señores de
Egipto y todo lo que sucedía en la vida cotidiana, para bien y para
mal, era por obra de los dioses. Nunca existió una verdadera
religión, como sistema teológico unificado.
La religión debe considerarse en 2 vertientes, por un lado
existía la religión oficial, o mejor dicho estatal, la religión de
los templos y los santuarios y por otra parte se encontraba la
religión del pueblo, bastante más difícil de evaluar, pues no se
tienen grandes testimonios como en la estatal. Posiblemente una
y otra estuviesen muy distanciadas. Los grandes dioses que ayudan a
los faraones en sus conquistas o que proporcionan crecidas
importantes, son lo mismos que traen plagas cuando no están
satisfechos con la labor real. Todo en la vida giraba alrededor de
los dioses responsables de cuanto sucedía en Egipto, fuese bueno o
malo. El faraón es el sucesor de los primeros reyes, los dioses, y
es el nexo de unión entre las 2 vertientes de la religión como el
instrumento que permite mantener el orden cósmico establecido. Si
algo temía el egipcio de hace 4000 años era precisamente la perdida
de ese orden cósmico que le llevaría al caos reinante al principio
de los tiempos. Este concepto de orden cósmico es extremadamente
importante en el estudio del Antiguo Egipto. La mayor preocupación
de la clase religiosa no es la creación, sino el cosmos, y su orden.
Como puede verse en los artículos sobre el mito de la creación,
convivieron perfectamente diferentes teorías que dieron lugar a
distintas divinidades, pero todas tenían un nexo común; la
estabilidad. No importa quién ni como se crea el mundo sino el
mensaje establecido. Sin entrar en discusiones teológicas, y
haciendo un paréntesis al mundo egipcio, este es un aspecto común a
todas las religiones, pero la realidad no es que no importa como se
ha creado el mundo, sino que nos consideramos incapaces de comprender
esa Creación. Si actualmente nos resulta imposible hablar de la
creación en términos realistas, e imposible hacerlo sin chocar con
todos los principios de cualquier religión, es fácil comprender que
en la antigüedad no pudiese establecerse una religión basada en
mitos de la creación como principio fundamental. Pero esto no quiere
decir que el pueblo, los sacerdotes o el mismo faraón no creyesen en
ese principio establecido. Es difícil saber que entendían los
egipcios por dios. Podemos hablar de dioses humanos, con cuerpo, con
Ka y Ba como el ser huano, pero con poderes especiales y con una
ampliación de los caracteres espirituales básicos; el dios tiene
varios Ba y hasta catorce Ka, como es el caso de Ra.
Es destacable el culto al sol. Egipto es un país de sol y lo era
en época faraónica, por lo que no es de extrañar el culto que se
le reverenciaba como fuente de vida y de existencia. Ra empezó a
tener importancia ya en la II dinastía y en la V ya era dios supremo
y el faraón tenía el título de "hijo de Ra".
La historia de la religión egipcia está plagada de cambios en
las divinidades. No podemos establecer una clasificación de los
dioses como en el panteón griego. Todos los dioses que en algún
momento fueron supremos creadores del Universo son dioses locales,
elevados al primer puesto del panteón por decisiones propias del
faraón o asimilados cuando la capital se trasladaba a alguna
localidad en la que eran venerados. La religión egipcia es una
historia de dioses locales, muy pocos fueron adorados en todo el
territorio, y no se puede hablar de un dios de la guerra, o un dios
de la vegetación o de la fertilidad, porque cada localidad tenía su
propio dios para cada uno de estos aspectos. En muchas ocasiones se
asociaban unos dioses con otros reuniendo, en torno a uno de ellos,
características de ambas, proceso que por otra parre resuelve en
muchos sentidos los procesos de síntesis religiosa. Ra era el dios
del sol, supremo creador, pero Amón, que inicialmente no fue
mas que un dios secundario del viento y el aire se transforma en dios
supremo durante la XII dinastía cuando se traslada la capital a
Tebas y entonces es venerado como Amon-Ra.
Es de destacar la revolución que durante el periodo de Akenaton
(Amenhotep IV) se produjo en el mundo de la religión. Su importancia
reside en que fue la primera religión monoteísta conocida, e
influenció posiblemente en las creencias monoteístas de Moisés.
Amenhotep IV impuso como único dios el disco dolar Atón. Su padre
Amenhotep III había introducido su culto durante su reinado, pero no
de forma única. Fué Akenaton quien lo implantó como único y
verdadero dios, anulando todos los cultos al resto de dioses que
hasta entonces predominaban. Los sacerdotes nunca aceptaron esta
imposición y a la muerte de Ajenaton, Tutanjamon restauró el
culto a las antiguas divinidades. Los siguientes faraones se
encargaron de enterrar todo lo que Atón representaba e incluso la
ciudad fundada por Ajenaton quedó desierta y enterrada. La tumba del
faraón ya fue saqueada poco tiempo después de su muerte
posiblemente como venganza a su intento de acabar con el politeísmo
reinante hasta entonces.
Además de los dioses locales o estatales existían los pequeños
dioses o genios protectores de la familia y el hogar y los amuletos
con determinadas propiedades. Estos se representaban en espejos,
reposacabezas, o amuletos que llevaba el pueblo para alejar los malos
espíritus. Muchos de estos objetos eran enterrados con el difunto
para que le protegiesen en el Mas Allá.
No podemos entender el culto en los templos egipcios tal y como lo
consideramos hoy en día. El pueblo acataba las deidades impuestas
por el estado pero no olvidaba sus dioses locales. Además tenía
prohibido el acceso a los templos, que no eran un lugar de culto,
sino la casa del dios. Sólo en determinadas festividades el ídolo
salía del templo, pero aún entonces el pueblo no podía verlo pues
iba encerrado en una urna o bajo un velo que lo alejaba de las
miradas del pueblo. Sólo el faraón y los sacerdotes responsables
del cuidado del templo podían acceder al santuario, lugar en el que
se albergaba la imagen del dios
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